La capilla o iglesia de San Miguel, de Espejo es un edificio construido en 1757, de estilo barroco. Por su situación céntrica, en el actual Paseo de Andalucía, la capilla tuvo desde su inicio gran afluencia de parroquianos, siendo ampliada entre 1785 y 1790.


Junto a la iglesia se presenta la fachada del antiguo colegio-beaterio (1759), poblada de ventanas y con un patio interior de columnas y arcos de medio punto, hoy sede de una asociación cultural de la localidad.

De planta octogonal y ábside cuadrado, cubierta en su totalidad por una gran cúpula decorada con dos fajas que se cruzan en el centro.

En la fachada sobresale una elegante espadaña que se hunde profundamente entre los arranques de un frontón curvo.

La iglesia se construyó en las casas que el sacerdote don Miguel de Castro y Leiva, fundador el Colegio de Educandas había destinado para ello; sin embargo, a pesar de la amplitud de las referidas viviendas, fue necesario hacer algunas obras para adaptarlas a su nuevo cometido (iglesia, portería, locutorio, clases...).


Este templo fue bendecido el 31 de julio de 1758 por el titular de la diócesis don Martín de Barcia. A la solemne ceremonia asistieron las autoridades locales acompañadas por una amplia representación del vecindario. En el atardecer del 2 de febrero de 1759, festividad de la Purificación de Nuestra Señora, es trasladado el Santísimo con gran boato a la iglesia de San Miguel. La procesión partió del incomparable marco de la parroquia de San Bartolomé y a ella asistieron todo el clero local, la comunidad de carmelitas descalzos, las autoridades municipales y gran número de espejeños.

La situación de la iglesia (más céntrica que la parroquia) así como el prestigio de las hermanas por su labor tanto en el campo religioso como en el educativo, produjo tal afluencia de fieles a San Miguel, que muy pronto su espacio quedó pequeño para albergarlos. Este problema comenzaría a zanjarse en 1785 por una de las religiosas que componían la comunidad: la hermana Ana Jesús Gracia Rus, natural de Espejo y perteneciente a una de sus principales familias, que ofreció al obispo de Córdoba, don Baltasar de Yusta Navarro, costear a sus expensas la demolición del templo y la erección de otro nuevo.

A principios del verano de 1790, la hermana Ana de Jesús, en su calidad de superiora de la comunidad, le manifiesta al obispo Caballero y Góngora la finalización de las obras, a la vez que le solicita permiso para la bendición de la nueva iglesia y le expresa su deseo de que fuera el prelado en persona el que lo consagrara. Las reformas se completaban con clases para las niñas, dormitorios para las hermanas y una vivienda para el capellán, que se comunicaba con el exterior y con la iglesia.

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