Se aprecian en el edificio dos momentos principales en la construcción de sus elementos más característicos: siglo XVI para el claustro y siglo XVIII para la iglesia y cuerpos de la parte norte. La construcción del conjunto se caracteriza a por la existencia de muros de tapial en los que se intercala fábrica de ladrillo en zócalos, recercado de huecos, esquinas y verdugadas horizontales que dividen los paños interiores. La parte correspondiente al siglo XVIII presenta iguales características, pero su factura es más sólida. La fachada oeste se sustenta sobre un resto de muralla de época árabe con tres contrafuertes, un trozo de muro de más reciente construcción y un cuerpo anexo del Convento que llega hasta la misma línea del muro.

El patio porticado del claustro, de planta cuadrangular, constituye el elemento arquitectónico de mayor valor artístico. Una particularidad del claustro es la no uniformidad de las cuatro fachadas interiores, ya que la situada al Norte, en planta baja presenta columnas pertenecientes al estilo barroco.

Las columnas de la planta baja arrancan de un zócalo corrido. Basas, fustes y capiteles de estas columnas son de ladrillo cerámico y constituyen una muestra importante del arte mudéjar. La base está formada por dos toros y una escocia circulares que descansan sobre un zócalo cuadrangular de caras lisas. El fuste está constituido por veinte tambores formados por dos ladrillos semicirculares. En la fachada norte las columnas son salomónicas y los capiteles simples.

El convento sufrió el azote de las desamortizaciones del S.XIX, aunque pudo perdurar casi hasta nuestros días como tal. Durante la Guerra Civil Española fue saqueado y quemado, perdiendo parte del gran patrimonio que sus paredes custodiaban, como imágenes del famoso imaginero Martínez Montañés. Tras la guerra volvieron las monjas, restaurando en parte las estructuras conventuales, y allí permanecieron en su tarea contemplativa y de venta de dulces en el torno, hasta finales de los años 70, en que definitivamente las monjas abandonan el convento, pasando éste al grueso de los bienes municipales. En la actualidad, Santa Clara se ha perpetuado en el tiempo por medio del uso público. Está en pleno proceso de restauración y puesta en valor, como hotel, museo municipal, y salón de plenos del ayuntamiento.

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