Uno de los más peculiares y desconocidos de Viana, cuenta con una historia propia, paralela al crecimiento y transformación del palacio. Pese a ser parte de las casas principales de los Villaseca, no se comunicó e integró en el palacio hasta el s. XVIII, como núcleo de las dependencias destinadas a administración y, posteriormente, fue patio de servicio. El Patio de los Gatos pertenecía a las llamadas casas de la Puentezuela de Tres Caños. Estas casas ocupaban toda la esquina sur del actual palacio. En 1545 fueron compradas por Gómez de Figueroa y Córdoba, I señor de Villaseca y tercer propietario del palacio. Las casas de la Puentezuela estaban destinadas a viviendas de alquiler, siguiendo la tradición medieval, y así continuaron estando, incomunicadas con el palacio. El documento de compra acredita a este rincón de Viana como un inmueble vecinal típico de la ciudad, siendo el ejemplar documentado más antiguo en Córdoba. La compra de estas viviendas la hizo el I señor de Villaseca a nombre de su esposa, Juana Carrillo Venegas. A la muerte de esta, su hija, María de Córdoba, las reclamó en herencia, comenzando un pleito judicial que ganó la heredera en 1561. Casi un siglo más tarde, en 1647, el IV señor de Villaseca y sexto propietario del palacio, Luis Gómez Bernardo Fernández de Córdoba, las vuelve a adquirir, continuando como viviendas de alquiler. No será hasta la segunda mitad del siglo XVIII cuando se comunican, por fin, con el resto del palacio. Se sabe que en 1735 ya no estaban destinadas a viviendas de alquiler, sino a oficinas de los administradores del palacio. Cuando el palacio pasa a manos de los Viana a partir de 1873, se instalan las cocinas en las estancias contiguas y el patio se convierte en zona de servicio. Por ello, a finales del siglo XIX fue también conocido como Patio de las Cocinas. En suma, es un patio de origen medieval y marcado carácter popular, que ha conservado este espíritu a través de su historia. Las relaciones perdidas Las casas-patio de vecinos son resultado de la yuxtaposición de edificaciones, de ahí su forma irregular, en las que se alternan habitáculos privados para familias y otros espacios de uso compartido, como el patio. El patio, además de ventilar y dar luz, servía de lugar común en el que los vecinos se reunían y fortalecían las relaciones comunitarias. La característica más singular del patio vecinal, además de la profusión de macetas y la belleza de su arquitectura, es la creación de unos tipos de relaciones humanas que con las nuevas formas de vivienda han desaparecido. Festival de los Patios Cordobeses Se celebra anualmente, desde 1933, en el mes de mayo. Fue declarado Fiesta de Interés Turístico Nacional en 1980. Aunque los patios de vecinos apenas existen hoy día como lugar común habitado, el festival de patios rinde homenaje a esta forma de vida que, en pleno siglo XXI, nos resulta tan lejana como entrañable.

 

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